La simplicidad
Lo simple contiene una contradicción fundamental.
A simple vista pensamos que no
contiene mucho. Que no hay mucho que nos pueda brindar. Al fin y al cabo, lo
simple se reduce a su simplicidad. A sus pequeñeces, que en lo complejo se
reproducen a escala. Pero a la vez nos brinda una paz que no nos brinda nada
más. Y nos puede regalar detalles que son impensados o invisibles en lo
complejo.
No es necesario contar grandes
acontecimientos, pueden ser pequeños sucesos. Los pequeños recuerdos, las
pequeñas emociones nos brindan sensaciones de tanta nostalgia que cuesta
trabajo encontrar en el medio del ruido, el cemento, el plástico y la rutina.
No digo que no pueda haber rutina
en los lugares simples. Quizás en los lugares simples es donde nació la rutina.
Quizás en los lugares simples es donde la rutina se siente más cómoda. Quizás
en los lugares simples sea donde la rutina no se vuelve aplastante.
Pero no es mi caso. Porque, si
bien mi lugar en el mundo está en lo simple, yo no vivo entre la simplicidad. Yo
vivo en el cemento, sin montañas que me rodeen. Las montañas están al oeste
nada más. Y eso hace que para mí la simplicidad signifique escape. Que la
simplicidad signifique vacaciones o desconexión.
La simplicidad de una terminal
donde no caben más de 5 micros, pero que es la que me recibe cada vez que
llego. La simplicidad de una plaza que veo al salir de la terminal. Una plaza
simple, una plazoleta dirían algunos.
La simplicidad de salir al cruce más
importante, por donde el tráfico no es simple. Por donde pasan camiones, camionetas,
autos, motos, bicicletas. Turistas, comerciantes, personas del lugar. El único
lugar, quizás, que no sea simple entre tanta simplicidad. Quizás lo que se
considera el centro. Lo que llaman “la villa”. Donde empieza la calle principal
para un lado, donde continúa la ruta para el otro.
La simplicidad de recorrer el
resto de sus calles que apenas si tienen tránsito, que apenas si dejan ver una
mínima fracción de los autos que pasan por la vía principal. La simplicidad de
poder caminar por la calle en lugar de caminar por la vereda. Porque la
simplicidad tiene eso, poder saltarse usos y costumbres que en lo complejo es
imposible no cumplir.
La simplicidad de llegar a una
plaza que tiene juegos y bustos. Que tiene un hospital enfrente. La simplicidad
de ese hospital que siendo simple basta para la simplicidad que lo rodea. La
simplicidad de los barrios y las casa que rodean la plaza y el hospital.
La simplicidad de la calle
principal que va para el este. Que te acerca a las montañas no están al oeste,
que no están siempre nevadas, que durante el año muestran con plenitud sus
colores y te permiten que las escales con mayor facilidad. La simplicidad de
esa calle que, antes de adentrarse en las montañas, llega a una casa.
La simplicidad de esa casa que es
parte de un terreno mucho más grande de lo que ocupa la casa. La simplicidad de
esa casa que atrás tenía una huerta y unos gallineros. La simplicidad de esa
casa rodeada por árboles. La simplicidad de esos árboles rodeados por montañas
y regados por un arroyo. La simplicidad de esa casa que era de adobe. La
simplicidad de esa casa que también tiene una construcción por delante de
material y concreto. La simplicidad de esa casa que tantos veranos e inviernos
me recibió. Que cobijó tantas fiestas de navidad y año nuevo. Que cuidó tantas vacaciones
en enero y julio me recibió. Esa casa que me recibía por un mes o más. Esa casa
que me dio grandes momentos adentro y afuera. Jugando al bingo o jugando a la
pelota solo. Mirando la tele o mirando el arroyo. Escuchando la radio o
escuchando el viento.
¿Hay algo más simple que patear
una pelota solo, mirar el agua de un arroyo o escuchar al viento mientras mece
las copas de los árboles? ¿Hay algo más detallado que los recuerdos de la
simplicidad?
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