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09/11

La vida es eso que pasa entre desencantos y desilusiones  Las heridas nos marcan el alma Y cada dolor nos parece único e irrepetible Intransitable e inquebrantable Y en el camino el corazón sana Cicatriza Pero con cicatrices que nunca dejan de doler Aun con el paso del tiempo Tiempo que se vuelve líquido Se transforma en un océano Donde todo es igual Sin principio ni final  Como el amor Como el dolor

Finales

Se sentía abrumado. La cabeza le daba vueltas. Su cerebro no lograba encausar una sola idea, un hilo de pensamientos que tuviera un final. Por fin logró abrir los ojos para comprobar que todos los primeros recuerdos de la vigilia no eran parte de una pesadilla, sino que eran parte de su vida y que lo onírico había sido la vuelta a los días calmos. Estaba tirado sobre la alfombra, en ropa interior, con el pelo enmarañado, una barba rala que no afeitaba desde hacía semanas, pero que no lograba pasar de mechones más o menos abultados. Hubiera sido un cuadro perfecto si hubiese despertado tirado debajo de un puente o en una zona alejada de un parque Lo irónico era que la noche anterior había sido la primera sin alcohol en meses. Quizás por eso había podido volver a soñar en colores, con alegría y olvidando los sinsabores de su realidad. Por al menos una noche había vuelto a recordar los tiempos de plenitud. Pero su existencia era más grande que una noche y la realidad lo abofeteó de nuev

Vaguito

Nota: Este cuento está basado en la canción Vaguito de los Cantitcuénticos. Este es uno de mis cuentos favoritos. Me iba quedando quieto sobre la arena. Mi nariz estaba seca, podía sentir cómo la sed que me había invadido desde temprano me iba consumiendo. Estaba flaco, cansado. Llevaba días sin que nadie me diera algo de comida. O amor. Y el agua del río ya no me saciaba. Ya no aguantaba tanto dolor, pero un ángel verdadero y de ojos brillantes apareció. Esas manos acariciándome me devolvieron energía y pude mover mi cola, despacio y con tranquilidad, después de todo ese tiempo. Fue mi forma de agradecer cuando entreabrí mis ojos. Me costó entrar en confianza. Cuando uno se pierde y ve lugares nuevos y caras desconocidas no importa cuánto amor reciba en un principio, siempre va a estar el miedo. Me llevó a una casa acogedora y le costó lograr que yo entrara y me hiciera parte. Aún así, de a poco me fue curando lo que dolía. Entre canciones y musica, con mucha paciencia y amor. Pasaro

Sábanas

Una cuna desvencijada y una enorme cama de roble. Esos fueron su primer y su último lecho. Apenas si había un trapo sucio y viejo debajo de él el día de su nacimiento, pero ahí donde ahora estaba acostado las sábanas de seda eran infaltables. No hacía falta mucho más en ninguna de las dos ocasiones, porque ambos días ocurrieron en verano. En su cabeza se sucedían momentos y recuerdos, pero llegó a la conclusión de que, en este momento cúlmine, el único otro acontecimiento que se igualaba en importancia era el de su nacimiento. No era que recordara su nacimiento, pero se lo habían relatado tantas veces que pensaba que podía recordarlo. Sus contextos resultaban tan distintos que permanentemente le recordaban de dónde había salido, cómo había nacido, cómo se había criado y cómo un golpe de suerte lo había cambiado todo para siempre. Entonces pensó en esa casa de barro con una habitación que no se terminaba de diferenciar de la cocina. Esa casa que entraba varias veces en esta nueva casa d

Margarita

Desolación. Eso es todo lo que ve al frente. El piso agrietado, un sol abrasador en un cielo sin nubes. Un horizonte sin otro paisaje que la imagen que tenía frente a sus ojos. En realidad, a cualquier lado donde se girara veía la misma desesperanza. Cuando salió en esa expedición en busca de los aventureros perdidos junto con su grupo de rescate no creía la leyenda de que el desierto estaba maldito. Al fin y al cabo había entrado incontables veces y nunca le había pasado nada. Pero nunca se había adentrado tanto. Su parte racional le decía que era lógico que tan adentro del desierto el paisaje estuviera tan destruido y la crueldad del ambiente le hubiera ganado. Pero después de tantos días con el sol golpeando en su cabeza sin piedad ni protección, terminaba creyendo que la maldición había caído sobre él y sobre todos sus compañeros muertos. No sabía ya qué más hacer. Sabía que no le quedaba mucho más tiempo. Se le había acabado el agua y las provisiones y había ido dejando bolsos en

Pesadillas

Dicen que verbalizar en parte es exorcizar lo que tenemos dentro, pero lo que tengo dentro es tan horroroso que no puedo ni mencionarlo sin entrar en una crisis. A veces siento que la guerra no me hizo tan mal, pero cuando duermo, los fantasmas vuelven a mi cabeza. Aunque, ojalá fueran fantasmas, porque en realidad son recuerdos. Los recuerdos más horrorosos que puede tener alguien cuando intenta dormir. En el momento en el que cierro los ojos, lo primero que escucho son disparos, y acto seguido, gritos. El mayor problema reside en el hecho de que, en mayor o menor medida, los gritos de un soldado herido deberían ser "normales". Pero los gritos de civiles, no. Y menos si es esos civiles son niños. No hay nada más desgarrador que un grupo de civiles aterrorizados ante una oleada de disparos, incluso si ninguno resulta herido. El miedo ante una ráfaga de balas o el ruido de bombardeos sobrevolando la ciudad de esparce con el fuego en un reguero de pólvora. El asunto es que en a

Cansancio

La alarma sonó 6:40 como todas las mañanas. La pospuso 10 minutos. Sonó de nuevo. La cortó, prendió la luz, se vistió y se acostó de nuevo. Miró el celular y se dio cuenta de que había apagado la alarma en lugar de posponerla y que no sonaría a las 7. Aún así se durmió con el autoengaño de que se despertaba en 5 minutos. Pero en realidad fueron 25 y cuando se despertó ya eran casi 7:20. Se levantó medio desesperado, aunque a los 5 minutos ya se le había pasado el apuro y le había vuelto el sueño. El sueño y el aburrimiento. Entró al baño a lavarse la cara y los dientes y su cara de dormido era digna de un cuadro de esos raros de hace varios siglos. Terminó de abrigarse, se puso los auriculares y salió a la calle. La radio no estaba transmitiendo. Quizás lo único que lo sacaba del aburrimiento del viaje. Puso una lista lofi para que al menos el viaje fuera ameno y acompañara el rato durmiendo de camino al trabajo. Vio pasar un micro cuando estaba a menos de una cuadra de la parada, pero