Derecho de piso

 Si había algo que a Esteban no lo convencía de ser gerente en una empresa tan grande eran los eventos sociales. Sí había estado buscando ese ascenso desde que llegó a la empresa, pero ahora lo estaba repensando. Pero desde que había llegado al cargo no había dejado de tener almuerzos, cenas, meetings y algún que otro nombre raro para reuniones de personas en traje o vestido formal, muchas horas y aburrimiento. Y con la llegada del fin de año había empeorado todo. Tenía prácticamente un evento por semana. Y no es que fuera un ermitaño ni se consideraba antisocial, pero no veía la necesidad.

De cualquiera manera, era viernes y tenía al fin una cena que lo entusiasmaba. Era la fiesta de fin de año de la unión industrial y prometía ser interesante. O al menos iba a haber mucha comida y bebida y las conversaciones serias que tuviera serían limitadas a sus interacciones sociales que, esperaba, serían las mínimas e indispensables.

El lugar era un salón grande y reconocido y corrían un montón de chismes alrededor de este evento en el que ni él ni alguno de sus amigos de la empresa habían estado cerca nunca. De hecho, tenía la tarea de sacar fotos, grabar videos y recolectar todos los chismes y todas las anécdotas posibles. Y contarlo todo el mismo sábado.

Cuando llegó al lugar notó lo importante que era la fiesta. Una garita de seguridad, cinco personas controlando ingreso, tarjetas, cantidad de personas. Una entrada de aproximadamente 500 metros. Había visto antes edificios vidriados, pero nunca con sus ventanales polarizados.

Antes de llegar encontró el estacionamiento y caminó los últimos 100 metros. Presentó su documento y su tarjeta nuevamente en la entrada y le indicaron "Mesa 21". Eran muchas mesas. ¿Habrían más? Como fuera, entró y fue descubriendo un salón lleno de lujos. Barras de comida, bebida, postres, lo que se le ocurriera. Y fue encontrando las mesas por orden.

No había mesa central, sino que estaban ordenadas por número desde adelante hacia el fondo. En la mesa 1 puedo ver los gerentes con más años en sus puestos, y en sus edades. Y a medida que fue adentrándose fue viendo cómo a través de las distintas mesas se iban viendo caras cada vez más jóvenes. Vio allá por la mesa 10 la primera cara conocida, el gerente general de su empresa, su jefe principal. Lo saludó formalmente, pero, para su sorpresa, éste le devolvió un saludo amistoso. "Estamos en otro ámbito, ¿no?" fueron las palabras al ver su cara de sorpresa. Siguió caminando hacia el fondo y se preguntaba cuál sería su mesa 21. Se encontró con gerentes de otras sucursales de su empresa, con gerentes de otras empresas y sus saludos eran todos inesperadamente afectivos.

Y al llegar contra la pared del fondo vio las últimas dos mesas con la misma sobriedad y hasta el último detalle cuidado como si fueran la mesa 1. Pero no, tenían sus cartelitos con sus respectivos números. Ante él tenía las mesas 21 y 22. "Al menos no estoy en la última mesa" pensó y encaró hacia su mesa mientras se preguntaba qué lo habría colocado en el penúltimo lugar del salón.

Ya había una persona sentada. Se saludaron y se presentaron. Sus nombres, sus edades, sus empresas. Comenzaron a charlar y Esteban se sintió gratificado de que fuera ameno y no le preguntaran cuánto rendía su sucursal o que porcentaje representaba del total en su empresa. Así que en un momento tomó valor y le preguntó si sabía cuál era la decisión para ubicar a las personas y le contestó con la mayor seriedad del mundo

- Estamos pagando derecho de piso, ¿no viste quiénes están en la mesa 1?

- Sí, los viejos - y largaron una carcajada a la vez.

- Exacto. ¿Y a quién fue la primera persona que te encontraste de tu empresa?

- Al gerente general...

- Claro, el que lleva más años como gerente, y obviamente, viniendo a esta fiesta. Ahora pensá, ¿cuánto tiempo llevas vos en el cargo?

- Ocho meses, dentro de unos días cumplo nueve.

- Hasta tuviste suerte, yo llevo un año y medio y es mi segunda fiesta contra la pared. La respuesta es una sola estimado, a medida que hay una persona nueva a quien invitar la agregan en el último lugar de la última mesa y nos vamos moviendo hacia adelante en la medida que se van yendo los de esas mesas. Así que acomodate y pensá que nos quedan muchos años viendo las cosas desde atrás. Y que al menos ya tenés un conocido para hacer más ameno todo...

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