Los techos curvos

Siempre me llamaron la atención en mi casa los techos curvos, o ahuecados (no sé cómo decirles). Creo que es natural que nos llame la atención lo que no entendemos y yo no entendí nunca las construcciones y las cosas que me rebasan en tamaño. Obviamente, yo estudio electrónica y la electrónica se ocupa de cuestiones chiquitas y hasta microscópicas. Entonces, todo lo que sea estructural me sorprende, me maravilla. Como el día que vi, desde afuera, un barco. Me voló la cabeza. Tener esa tremenda estructura enfrente lo vuelve a uno diminuto.

 

Pero, volviendo a los techos y las construcciones. Siempre me llamaron la atención porque nunca entendí cómo o por qué son así. ¿Cómo se le da esa forma? ¿Qué proceso o procedimiento lleva a qué sean así? ¿Cómo se sirve? O, yendo más allá, ¿cómo se sostiene un techo? ¿Cómo se sostiene un puente? ¿Cómo se sostiene lo que está en el aire? Puedo entender cómo funciona un circuito del cual no puedo ver sus componentes, pero no termino de descifrar estas cuestiones que veo en el día a día. Y creo que no es tan cierta la frase que dice que no entendemos lo que no podemos ver. Y así vuelvo al principio, nos fascina lo que no entendemos, podamos verlo o no, tocarlo o no, estudiarlo o no.

 

Y en el entender se conjugan distintas cuestiones.

La primera se da en el hecho de que no podemos entender aquello que no hemos estudiado. El asunto es que ese estudiar no sólo se materializa en el estudio formal, sino en el estudio que puede generar uno mismo a través de la lectura autodidacta, de la experimentación autónoma o de una experiencia guiada por alguien más, pero que lejos está de ser formal.

La segunda cuestión está, sin temor a plantearlo, en una cuestión de capacidades. Si no planteamos la capacidad de entender como algo que varía persona a persona, estamos cayendo en un simplismo que desconoce que, en realidad, todas las personas somos distintas.

La tercera, quizás esté dada por los gustos. Sería lógico pensar que cada quien tiene mayor predisposición para entender lo que le resulta más atrayente. Y quizás, yo tenga la capacidad de entender estas cuestiones que me maravillan, pero no quiero y prefiero seguir maravillado.

 

Ahora, quizás también hay cuestiones que nos maravillan y que hace falta entender. Las manchas de humedad siempre me resultaron hipnóticas. Es como buscarle forma a una nube en el cielo o al fuego en su crepitar, sólo que las manchas de humedad están ahí, inmóviles, casi devolviendo la mirada. Son como las formas de las baldosas. Y uno podría agarrar una lapicera o un fibrón y darles formas a gusto. O dibujar entre ellas hasta que el dibujo nos conforme. Y allí seguirían. Quizás creciendo y tomando nuevas formas, encontrando nuevos caminos, empujadas como el viento empuja una nube o como el fuego que cambia permanentemente mientras arde, pero enclavadas en su pared o en su techo.

 

Tenía que usar la arquitectura como disparador de un texto y terminó convirtiéndose en un rejunte de divagaciones varias...

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