Caminata
Sentía el peso de los años caerle
encima. Y tenía menos de 30. No sabía si era porque vivía rodeado de gente
mucho mayor que él, por el cansancio o por la tristeza. Lo cierto es que, en su
alma, él sentía tener años acumulados.
Mientras pateaba el aire pensaba
y hablaba en voz baja, sin importarle lo que pensara quien pasara por su lado.
Traía frustraciones arrastradas. No sabía qué rumbo tomar en ningún ámbito de su
vida y eso lo consumía por dentro. Y el no hablarlo le hacía aún peor. No tenía
un oído, no tenía un apoyo, una base, un consejo. No porque no tuviera amigos
ni le faltaba gente en la que confiar. Nunca había sido alguien que hablara de
sus problemas con otros. Creyó que era mejor blindarse y crear una coraza para
que los problemas no salieran a flote. Y durante muchos años creyó que
funcionaba. Creó un espejismo. Y cuando ese espejismo se caía porque su coraza
rebalsaba, juntaba los pedazos, armaba otra coraza y creaba otro espejismo.
Aunque cada vez un poco menos nítido, cada vez un poco más difuso, cada vez un
poco más difuminado. Y esa falla en el espejismo le hacía ver que la coraza no
funcionaba.
Suspiró. Miró al cielo, como si
esperara ver a alguien que le pudiera contestar.
- Alguna vez leí que el genio deviene de la infelicidad. ¿Tendrán algo
que ver?
Y siguió, lentamente caminando,
pateando el aire o alguna piedra que se cruzaba. Suspirando. Hablando bajito,
sin importarle lo que pensara quien pasara por su lado.
Comentarios
Publicar un comentario