Incomodidades
- ¿Cómo te llamás?
Ruidos.
- ¿Cuántos años tenés?
Ruidos.
- No te había visto nunca acá y eso que vengo casi siempre. ¿De dónde
sos?
Ruidos. Ruidos. Más ruidos. Era
todo lo que escuchaba. Ruidos. La miraba, pero no le prestaba atención. Su
cabeza estaba en otro lado.
Verla lo había hecho recordar.
Recordó la primera vez que había pisado ese lugar años atrás y cómo habían
cambiado las cosas. Cómo había cambiado él. Sus miedos, sus tristezas, su
timidez, su quietud. Recordó cómo sus amigos lo habían envalentonado diluyendo
esos “problemas” en alcohol. Cómo él había creído que eran problemas. Cómo él
había creído que se diluían trago tras trago, vaso tras vaso.
Ella le respondía y él ya no
escuchaba ni lo que él mismo decía. Estaba ensimismado, retraído en sus
recuerdos. Su cabeza maquinaba y le traía miles de imágenes, de momentos y
descubrió cómo, con el paso del tiempo, había empezado a tener reacciones
distintas ante las mismas situaciones. Cómo se había camuflado en el entorno.
Como había adaptado su forma de ser a ese lugar para no sentirse fuera de
lugar. Para no sentirse un extraño. Y esa incomodidad que notaba en ella era
esa incomodidad que él había reprimido. Que él no quería sentir. Porque no le
gustaba sentirse incómodo. Porque no le gustaba estar fuera de lugar. Porque
quería encajar en un lugar que le era incómodo.
Se quedó un minuto callado
mirando quién sabe dónde. Ella lo notó. Y él notó que ella se ponía aún más
incómoda.
- ¿Es la primera vez que venís?
- Ya me lo
preguntaste. Sí. Es la primera vez que salgo en realidad.
- ¿Y viniste sola?
- ¡Me lo acabas de
preguntar también! Jaja
- Perdón, es que
estaba pensando en otra cosa. Me estaba acordando de algo.
- ¿Y puedo preguntar
de qué te acordabas?
Y ella reconoció en él algo más que un pibe que intentaba
sacarle charla. Como si adivinara sus pensamientos, reconoció alguien que en
algún momento no había estado ahí por gusto sino por complacer a alguien más.
Reconoció alguien que alguna vez no había sido tan elocuente ni extrovertido.
Y él reconoció en ella, además de la incomodidad, esa
curiosidad que se despierta cuando una persona te intriga. O te interesa.
Cuando quisieras estar en la mente de esa persona para saber qué es lo que
piensa. Y la miró y le sonrió.
- No dejes que te
conviertan en algo que te incomode. Espero volver a encontrarte en la vida.
Le dio un beso en la mejilla. Salió del bar, se puso su
abrigo y miró su celular. Les escribió a sus amigos avisando que se iba y apagó
el teléfono. Empezó a caminar. Su casa estaba lejos, pero no importaba. Era
temprano y no tenía sueño. Tenía mucho en qué pensar.
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