Los niños perdidos

Generalmente no acepto trabajos de personas que vienen sin dinero, pero este tipo parecía realmente desesperado. Creo que me vino a buscar porque tengo fama de bueno. No sé si soy bueno, pero tengo códigos. Y no quiero recordar ese aislamiento que me hizo romper algunos. Me terminé viniendo a vivir al bosque para olvidarme de esa época, acá no necesito recurrir a cosas con las que no quiero cruzarme. Y las personas que vienen a buscarme, es porque tienen una necesidad muy grande y tienen que seguir mis condiciones.

Y después de escuchar su historia me convenció. Los hijos se perdieron en el bosque, se murió la esposa, está solo, no tiene plata y si no logra encontrarlos me dijo que se suicida. Y yo que me conmuevo fácil, tuve que aceptar. De cualquier manera, nadie con buenas intenciones conoce mejor el bosque mejor que yo.

Le hice preguntas, pero estaba nervioso y me contestó la menor cantidad de detalles posibles. De hecho, me dijo lo mínimo y necesario para encontrarlos. Eran un niño y una niña, casi de la misma edad (8-10 años), pero parecían mellizos. El resto de los detalles tendría que averiguarlos por mi cuenta. ¿Cuándo fue la última vez que los vio? ¿Cómo se habían perdido los niños? ¿Por qué andaban solos por el bosque si eran tan chicos y no lo conocían? ¿Cómo no me había enterado que había dos niños vagando por el bosque desde hacían tantos días? Por suerte vivo en un lugar que no es para nada normal. Los animales me hablan, los árboles miran, hay claros donde viven brujas. Una zona hermosa para quienes vivimos del arte de averiguar detalles y no le tenemos miedo a lo extraño. Así que salí a recorrer. Fui con este hombre hasta su casa y comencé a dar vueltas a la redonda.

Los primeros que me contaron algo fueron los conejos. Los vieron volver una vez de madrugada a la casa, aunque no habían visto cuándo se habían ido ni con quién. Y al día siguiente habían salido temprano con su padre. Todo esto había pasado hacía una semana más o menos, pero era todo lo que habían visto, como no sabían que debían prestar atención, no se fijaron más en la situación.

Las ranas de la laguna los habían vuelto volver de madrugada. Recordaban muy bien cuando vieron pasar a los niños porque les parecía raro verlos dando vueltas solos por el bosque a esas horas de la noche. El varón venía recogiendo piedritas y ellas comenzaron a cantar para hacerlos sentir acompañados. Mucho más no podían hacer, eran ranas.

Los ciervos los habían visto dormir en el bosque estando ya perdidos, pero había sido por dos días no más. Luego pensaron que habrían vuelto a su casa. Los cuervos los habían revoloteado en algún momento, pero no habían muerto y no sabían qué había pasado con ellos. Y algunos árboles me contaron que les habían dado cobijo, pero mucho más no podían hacer.

Lo bueno es que todas las pistas que me daban los animales, me llevaban por el mismo camino y eso significaba que me estaba acercando y que no se había separado entre sí. Lo malo es que este camino termina en una de las peores zonas del bosque.

Y hacia allí me guiaban las pistas. La leyenda era clara: “Un claro que precede la zona más oscura de nuestro bosque es dominado por la peor de las brujas del clan del bosque, está adornado con flores y una casa de colores deseada por todos los humanos que es la mejor carnada para cazar sus presas”. Pero si quería ayudar a este tipo, tenía que ir para aquel lado.

Era la única parte que no conocía del bosque. Nunca había tenido la necesidad de ir y siempre la había evitado. No es que tuviera miedo, pero… Le tenía respeto (por decirlo de alguna manera). Los últimos que me apuntaron hacia allí fueron los pajaritos que estaban muy tristes. Recordaban que el nene una mañana había pasado caminando tirando miguitas de pan en el piso y ellos habían creído que era un regalo desinteresado y se habían comido todo. Pero al otro día los niños deambulaban como perdidos en el bosque y ya no tenían miguitas de pan. Y la segunda mañana ya no estaban. Habían supuesto, también, que habrían vuelto a su casa, pero cuando les dije que eso no había pasado, lo que me recomendaron fue que buscara una ayuda para rescatarlos porque habían caído en muy malas manos.

Sin embargo, debía estar atento, porque la única forma de llegar al claro era siguiendo el canto del pájaro blanco que cantaba cada 6 horas, 6 minutos y 6 segundos. Pasó horas y horas dando vueltas por la zona que le habían indicado y cuando ya pensaba en ir a dormir para volver a la mañana siguiente, lo sintió y comenzó a seguirlo. Desde lejos se veía cómo cambiaba el paisaje. El cielo a lo lejos era negro, las nubes eran impenetrables y estaban bien formadas, permanentemente emitiendo rayos y relámpagos. Pero acá se veían colores vivos y se escuchaban muchos animales cantando felices. Y la casa era lo más destacable del paisaje: se sentían olores deliciosos saliendo de la chimenea, las paredes eran de un marrón hipnótico y a medida que se acercaba se daba cuenta de lo más importante: estaba construida de de pan de jengibre, chocolate, caramelos, pastel y azúcar morena.

Grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que, éste sería el primer caso que no resolvería. Cuando estaba dudando sobre entrar o no, vi a los niños salir de la casa corriendo y gritando. Me vieron y se me colgaron de las piernas, rogando en llanto que los llevara a su casa. Camino de vuelta, Hansel y Gretel, me contaron todo y, una parte de mí, no quería llevarlos de nuevo con su padre, pero era mi trabajo y mi palabra y no pensaba fallarle. Quisieron pagarme con una de las perlas que le habían robado a la bruja, pero me negué, el trabajo lo había aceptado gratis y así seguiría siendo. Además, suficiente ya habían hecho deshaciéndose de la peor de las brujas del bosque…

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