Sábanas
Una cuna desvencijada y una enorme cama de roble. Esos fueron su primer y su último lecho. Apenas si había un trapo sucio y viejo debajo de él el día de su nacimiento, pero ahí donde ahora estaba acostado las sábanas de seda eran infaltables. No hacía falta mucho más en ninguna de las dos ocasiones, porque ambos días ocurrieron en verano. En su cabeza se sucedían momentos y recuerdos, pero llegó a la conclusión de que, en este momento cúlmine, el único otro acontecimiento que se igualaba en importancia era el de su nacimiento. No era que recordara su nacimiento, pero se lo habían relatado tantas veces que pensaba que podía recordarlo. Sus contextos resultaban tan distintos que permanentemente le recordaban de dónde había salido, cómo había nacido, cómo se había criado y cómo un golpe de suerte lo había cambiado todo para siempre. Entonces pensó en esa casa de barro con una habitación que no se terminaba de diferenciar de la cocina. Esa casa que entraba varias veces en esta nueva casa d