Atrapado

Siempre me llegó eso de que el límite entre el mundo material y el mundo inmaterial se difumina en la medida que se acerca la noche de todos los muertos. Películas y libros sobran. Nunca lo creí porque, básicamente, nunca creí en el mundo de lo inmaterial. El asunto es que cuando llegué a esta casa comencé a creer porque, ¿qué mejor forma de creer que siendo testigo de las cosas?

No presté atención cuando me advirtieron sobre la casa porque lo único que me interesaba en aquel momento era el precio. Una casa de este tamaño, en esta ubicación, tan bien mantenida estaba muy barata. Y cuando pregunté cuál era el truco, dónde estaban las fallas, me dijeron que no había fallas, que no hacía falta invertir dinero en la casa porque la casa estaba en condiciones. El problema era otro.

Tenía varios nombres: la casa embrujada, la casa maldita, la casa asesina. Después de mi experiencia acá, yo diría que es, más bien, una casa torturadora. Los otros nombres no son lo suficientemente gráficos para describir qué es lo que pasa acá adentro. Decir que está embrujada o maldita es darle entidad a fuerzas externas y decir que es una casa asesina creo que es demasiado tajante y no deja lugar a la imaginación. O sí, pues una casa puede asesinar de varias formas distintas. Pero puede torturar de muchas más formas.

Siendo justo, si bien la culpa no es de "agentes externos", inicialmente tampoco fue de la casa. Digo, está ubicada sobre los mismos terrenos que las casas colindantes, los cimientos se hicieron con los mismos materiales. Y el resto de las casas, al parecer, son normales. Nunca vi desde afuera en las otras casas lo que pude ver desde afuera de esta casa. Desde el primer día pasó, ahora que lo pienso y me acuerdo. Pensé que estaba sugestionado por lo que me habían dicho y por lo que había leído sobre la casa en internet. Así que no le di importancia y cerré el trato a ojos cerrados. O de una manera muy ciega, porque no hay peor ciego que quien no quiere ver. Y yo no quería ver lo que todas las personas me habían advertido y que se veía desde la vereda por las ventanas.

La historia del interior de esta casa es lo que la hizo ser lo que hoy es. Sí, dije "ser lo que es" como si hablara de una persona o de algo con vida. Porque el mal que la habitaba se le fue impregnando hasta hacerse parte. Sí, estoy convencido de que no era una persona quien la habitó por primera vez, sino el mal. Y cuando esa esencia del mal se hizo parte de la casa, el mal fue parte para siempre de la casa. Cuando murió simplemente no se fue, se quedó. Y a cada habitante nuevo que llegaba, la casa le transfería esa esencia maligna que tenía impregnada. Era un ciclo de retroalimentación de maldad. En la medida que llegaban personas nuevas, las historias se sucedían.

Para la tortura hay distintos umbrales y personas más resistentes que otras. La casa lo sabía y siempre, pero siempre, logró quebrar a quienes la habitaban. Torturaba a sus habitantes hasta hacerles nacer el mal en su interior y una vez consumidas, cuando solamente quedaba mal en sus cuerpos y almas, las personas le transferían ese nuevo mal a la casa para que se siguiera alimentando.

En menos de medio año la casa logró ganarme. Recuerdo que ese 31 de octubre cumplía 5 meses de haberla comprado. Hasta ese día sus torturas se habían sucedido una tras otra, en crecimiento constante, aunque sin lograr hacerme un daño real. Pero cuando el límite de lo inmaterial se borró y sus viejos habitantes pudieron pasar al plano material, la locura me ganó en menos de lo que pude darme cuenta. Y en menos de lo que pude darme cuenta la locura me consumió. Mi cuerpo terminó boca abajo, iluminado por la luz que entraba por el vitral enorme que había en el techo, arriba de las escaleras desde cuya baranda me arrojé. Creí que era la única forma de liberarme. Arrojarme de cabeza desde ese segundo piso donde terminaban los escalones. Hasta de eso me convenció la casa, de terminar con mi existencia material en su interior.

Ahora estoy atrapado para siempre. Ya soy parte de la casa como lo fueron todas esas personas que la habitaron. Mi mente me sigue perteneciendo y por eso puedo contar esta historia. Pero en el momento que creí que era el nuevo dueño de la casa, en realidad la casa pasó a ser dueña de mi alma.

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