Diciembre y la pileta
Pasé a buscarlo por el jardín maternal a la salida del trabajo. Pleno diciembre, eran las tres de la tarde, hacía mucho calor. Le puse protector solar y su gorrita antes de salir a la calle, había que cuidarlo del sol. De cualquier manera íbamos a llegar tapados de transpiración. Dormimos camino a casa en el micro. Sí, tengo que admitir que cuando él se dormía en mi falda, yo me dormía con él. En realidad iba adormilado, él podía caerse o podíamos pasarnos de largo. Casi siempre se despertaba al bajarnos. No sé si era una cuestión inevitable de los movimientos o yo no sabía hacerlo. Y si no se despertaba al bajar del micro, se despertaba con los perros de la calle. Y andá a dormirlo de nuevo caminando. Ese día se despertó cuando terminé de bajar del micro, con las dos mochilas, con él en mi hombro, con el sol pegando desde el cielo. Apenas abrió sus ojitos bellos, esos que parecen dos uvitas. No recuerdo si se quejó, pero no los abrió mucho más, siguió acomodado en mi hombro mientras