Nada más que el tiempo

Caminamos juntos las últimas cuadras, pero esta vez ya no íbamos de la mano. Eso ya no estaba, ya no existía. Ya no había “vos y yo”, ahora era “vos” y “yo”. Ya no había un futuro, ahora había dos. Y así, tratando de disfrutar los últimos momentos, caminé a tu lado. Como si no fuera la última vez, como si fuera cualquier otra caminata que hubiéramos tenido, como si fuera la primera.

Nos detuvimos y nos miramos. El silencio no terminaba de ser incómodo. Te dije "Te amo". Me dijiste "Yo también". Te dije "Hasta siempre". Acaricié tu cara, tomé tu mano. Me dijiste "Adiós". Besé tu mejilla. Y así te vi perderte entre el ruido y la gente. Te vi desaparecer entre el decorado. Radiante y hermosa, como siempre. Así te vi alejarte por última vez.

Pero como no me alcanzaron esos momentos decidí escribirte estas palabras, que espero que leas y no terminen en un tacho de basura. Alguna vez leí que el genio deviene de la infelicidad y el desamor en el que estamos inmersos es una fábrica potente de infelicidad. No puedo entender que el destino se haya empeñado en no dejar que nuestro amor prosperara. Aunque, como dice Ismael Serrano, “la excusa más cobarde es culpar al destino”, así que creo que lo menos cobarde es admitir que la culpa fue mía.

Y tengo medio de vivir toda mi vida con esa carga. Con la carga de no haber podido ser artífice de nuestra felicidad. Con la carga de lo distintas que pudieron haber sido las cosas. Con la carga de aprender que todas mis indecisiones fueron las peores decisiones que tomé. Porque si es momento de sincerarnos, la mayoría de las veces un “no pude” es en realidad un “no quise”. Y también es mentira decir que el inconsciente aprende a autoboicotear la felicidad. La realidad es que la zona de confort es más fuerte que las ganas de hacer las cosas bien.

Todavía te amo de una manera inigualable. Todavía siento las mejores cosas en mi corazón cuando pienso en vos y en nuestros recuerdos. Cuando pienso en los caminos que no pudimos recorrer. Viviré siempre pensando en los asuntos pendientes, en las experiencias no vividas, en los lugares que quisimos visitar. Quizás vaya, solo o acompañado, e imagine que lo hago con vos. Quizás salga de la mano con el aire pensando que camino de tu mano. Quizás bese los fantasmas de nuestros recuerdos con ganas de que sea tu boca. Y voy a pensar en tu pelo, en tu piel, en tus ojos. En tu voz diciéndome “amor”, en tu sonrisa iluminando mis días, en tus ojos alumbrando nuestro camino. Y te voy a agradecer internamente todos los días por el amor que me diste, por todo lo que me enseñaste, por tu compañía y tu confianza. Nos contamos nuestras mejores virtudes y nuestros peores defectos, nos dimos nuestros mejores y nuestros peores días, nos acompañamos en la felicidad y la tristeza. Como si fueran votos matrimoniales, pero sin siquiera comprometernos.

Espero siempre ser más un buen recuerdo que uno malo. Porque vos siempre vas a ser parte de los mejores recuerdos de mi vida. Porque siempre vas a tener el mejor lugar en los recuerdos de mi corazón. Porque te amo y nada en nuestras vidas, más que el tiempo, va a pasar para que eso se apague.

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