El ritual

 Con mi grupo de amigos tenemos una fecha inamovible. Sé que el día del amigo es un día comercial como dirían muchos. Sé que podemos celebrarlo el resto de los días si quisiéramos. Pero la realidad es que para nosotros el 20 de julio siempre fue sagrado. Desde la adolescencia, en el barrio, nunca faltó el asado en la casa de algunos, siempre estuvimos ahí, infaltables a cada día del amigo en que coordinamos para comer y tomar algo.

Es algo que siempre conté con bastante orgullo. Nos conocemos hace ya más de 20 años y entre idas y vueltas, altas y bajas, formamos nuestro grupo estable. Algunos empezaron a irse del barrio. Cada uno hizo su familia, formó su hogar, se fue a vivir a otro lado. Más lejos, más cerca. Quizás podemos no vernos el resto del año o quizás podemos vernos varias veces en el transcurso de uno o dos meses, pero ya no es igual a cuando vivíamos todos en la misma cuadra.

Las juntadas regulares dejaron de ser entre todos. Y luego dejaron de ser regulares. Ya no existían los asados de imprevisto un viernes a las once de la noche, llegando a las corridas a la última carnicería que nos atendía a esa hora para comprar lo que le quedara para la parrilla. Ya no nos desvelábamos un sábado jugando a la play hasta terminarnos las cervezas o el fernet. Ya no había salidas al boliche los viernes y sábados y también en víspera de feriados, al principio en tráfic, más adelante en nuestros autos. Y en ese ínterin hubo (hubimos) quienes empezaron (empezamos) a faltar a los cumpleaños o a las juntadas programadas con anterioridad. Ya no era la norma que fuéramos cinco alrededor de la mesa, sino que la juntada de los cinco terminaba siendo, indefectiblemente, el día de nuestro ritual, el 20 de julio, que tan cerca lo tenemos.

El asunto es que hubo un año que el ritual se rompió. No importaron las razones o excusas esgrimidas, no importó la intencionalidad. No importan ahora tampoco. Fue una situación distinta en la que fuimos tres. Y fue el tema de conversación recurrente casi toda la noche. Entre bromas por WhatsApp, reproches en tono jocoso y comentarios entre los presentes se dio el tema. En el momento, internamente, no podía cómo continuarían las cosas luego de eso. Porque la realidad es que tampoco cambiaron mucho con el transcurso de los meses. Pero bien se dice (se piensa y se siente) que una amistad vale oro. Y la amistad vale tanto que, pasado un año, el grupo volvió a estar completo. Y nuevamente, entre bromas y chicanas se dieron los pases de facturas. Al fin y al cabo, el grupo estuvo siempre y seguía estando en ese momento. Y nunca echamos ni repudiamos a nadie.

Estamos a la víspera de un nuevo 20 de julio, falta poco más de una semana, y escribir este texto me hizo pensar en ello y ponerme a planear el asado para esa fecha. Porque puede pasar un montón de agua bajo el puente, pueden ocurrir mil eventos en nuestras vidas, puede venir una pandemia al mundo, una cuarentena interminable a nuestras vidas y una “nueva normalidad” a nuestras sociedades, pero si hay algo que no puede faltarnos en nuestras vidas son nuestros rituales de amistad.

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