Alcohol, tabaco, marihuana y amor
“Ya estoy viejo para esto” pensó mientras abría los ojos, encandilados por toda la luz que entraba de repente a sus pupilas dilatadas. Volvió a cerrarlos, se estiró, pasó las manos por el pelo revolviéndolo un poco más y se refregó los párpados. Fue al baño y se vio en el espejo. Sus ojos estaban tan demacrados que no eran ni parecidos a los de la noche anterior. Tenía las ojeras más grandes de su vida y el gusto en la boca era una mezcla rancia de cigarrillos, marihuana y cerveza. Hacía bastante tiempo no fumaba y parecía que había fumado para recuperar el tiempo perdido. Empezó a moverse por inercia mientras recordaba la noche que había pasado.
Ella
llegó temprano, de eso se acordaba perfectamente, la había estado esperando
ansioso (y sobrio). Charlaron un poco, salieron al patio, fumaron cigarrillos.
Volvieron a entrar, agarraron dos cervezas de las que había traído ella y se
sentaron a ver una película abrazados. A él no le gustaba fumar adentro, pero
esta vez no le importó y siguieron fumando mientras veían la televisión y
tomaban sus cervezas. Interrumpían el trance para darse algunos besos o ir a
buscar más cerveza. Las primeras dos se habían acabado rápido. Peligrosamente
rápido. Terminó la película y salieron de nuevo al patio a seguir charlando y
fumando.
Habían
colillas y tucas por todos lados. Parecía que se hubieran multiplicado. Pensaba
en ello mientras las levantaba del piso cuando sintió el incendio y el hambre
peleando por ocupar su estómago. Se encogió de hombros y fue hasta la heladera.
No tenía intenciones de pensar mucho sus acciones. Sacó agua y un paquete de
dos hamburguesas, agarró un antiácido y la sartén, prendió el fuego y mientras
ponía las hamburguesas a calentar echó el polvito en el agua para tratar de
apagar la resaca que lo estaba matando. “Ya estoy viejo para esto” repitió su
cabeza. Sacó las hamburguesas del fuego, agarró pan y aderezos y comió así
parado al lado de la cocina.
Sacó
milanesas de la heladera y las preparó con ensalada. Se esmeró más de lo que se
esmeraba cuando comía solo. Era esperable. Cenaron con vino, y mientras hacían
la sobremesa ella sacó una cigarrera que él no había visto antes. Le dijo que
cerrara los ojos y que simplemente oliera. El olor de esas flores lo embargó y
salieron al patio de nuevo. Mientras fumaban hablaban sobre el mal estigma de
la sociedad que seguía viendo al tabaco como un mal menor respecto de la
marihuana. Habían salido con las últimas latas de cerveza y mientras pasaba el
tiempo dejaban de mirar el cielo para mirarse mutuamente. El alcohol, el tabaco,
la marihuana y la noche empezaban a hacer efecto y el deseo se veía en las
pupilas.
Se
tomó su tiempo para terminar las hamburguesas mientras miraba fijamente la
pared. Agarró una escoba y terminó de levantar mugre del piso. Juntó las latas
y las botellas en una bolsa y las sacó. Limpió los pisos y el patio. Armó la
cama y se recostó. Y cuando cerró los ojos se dio cuenta de que lo había
cansado la limpieza, pero el cansancio era más suave porque la noche lo había
embriagado de amor.
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