Consejos de cubículos
Chocaron en la entrada del baño. Ya se habían cruzado en el edificio, pero solamente de vista en los pasillos. Se miraron mientras recogían los papeles. Se veían dos generaciones en esas caras. Romina llevaba más de 15 años haciendo el mismo recorrido en los tribunales, ganando los mismo casos, cobrando siempre sus honorarios abultados de abogada exitosa y con renombre. Lourdes se había matriculado hacía menos de un año y éste era el primer cliente que la había contactado para un caso casi imposible y dejaba notar los nervios en sus ojos.
– Lourdes, ¿no? – preguntó Romina cerrando su maletín y entrando a un cubículo. Hablaba y se movía como si estuviera con una vieja amiga.
– Sí – respondió ella con miedo, entrando al siguiente. – ¿Nos conocemos?
– Yo a vos sí. Pero quedate tranquila que no es personal, siempre investigo todo del caso que me toca ganar y obviamente sé que vos sos la abogada de la otra parte. Me gusta lo que encontré de tu perfil.
Lourdes tembló. Sintió cómo se ponía pálida y agradeció no estar se frente a ella para que no lo notara. No se habría dado cuenta de que ya la había visto si no hubiera chocado con ella en ese momento en que volaron los papeles de ambas. ¿Era una casualidad o la había estado siguiendo?
– Usted es... ¿Romina? – preguntó mientras trataba de que no le temblara la voz.
– ¿Ya te pusiste pálida? Quedate tranquila que no sos la primera a la que le pasa, a mí también me temblaban las rodillas en mi primer caso.
– No sé de qué habla – a Lourdes le temblaba el labio inferior al pronunciar las palabras, pero trataba de no evidenciar nada. Sabía que con un tono no cuidado dejaría en evidencia sus miedos.
– Sabés perfectamente de qué te estoy hablando. Tuviste la mala suerte de que tu primer caso fuera un imposible, pero necesitas empezar a crecer y entiendo que lo hayas agarrado. Todo es experiencia en esta vida.
Romina tiró la cadena, salió de su cubículo y se dirigió a lavarse las manos.
– Te voy a contar un secreto – dijo mientras accionaba el botón del secador de manos que hacía un ruido infernal. Bajó el tono de voz para que apenas pudiera escucharse. – El único caso que perdí fue el primero, pero nunca nadie lo supo porque nadie se tomó el trabajo de investigarlo. Al menos no lo hicieron a tiempo – e hizo sonar el cierre de su maletín. – Siempre lo tengo encima para recordar el único error que cometí en mi carrera.
Lourdes seguía sentada callada mirando la puerta sin saber qué hacer. Cuando dejó de oír sus pasos se apuró en salir y encontró al lado del lavamanos la tarjeta personal de Romina con un mensaje atrás escrito a mano.
"Usá este caso para aprender que no tenes que agarrar trabajos imposibles. Te veo en la audiencia"
Necesitaba fumar para soltar el estrés del momento y pensar en las palabras de Romina cuando le llegó un mensaje a su celular. "Te espero cuando quieras. Tenés la misma cara de miedo que tenía yo, pero la misma actitud que me hizo llegar a donde estoy. Y siempre hay lugar para eso en mi estudio".
¿Cómo tenía su número?
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